martes, 6 de septiembre de 2011

DAÑO

Lunes.  El despertador hace que me levante. No lo hago, porque quiero que mi madre venga a despertarme como cuando era más pequeña. Me acurruco entre las sábanas,esperando que la puerta de mi cuarto se abra, y mi madre me estreche entre sus brazos. 
No quiero ir al instituto, y el que no quiera ir, no se debe a que no me guste estudiar, porque eso si que me gusta. Estudiar hace que salga del mundo cruel e insensible que me rodea. El motivo por el que no quiero ir a clase, esque, allí hay persona que me hacen sentir mal, fuera de lugar, y eso me duele.
Mi madre no ha venido a despertarme, y ya debería estar desayunando. Me levanto sin ningunas ganas, y me preparo el desayuno. Miro con un suspiro el calendario que está colgado en la pared de la cocina. El viernes tendré que hacer una exposición oral delante de todo mi instituto. Y la simple idea de subirme a una tarima, hace que se me quiten las ganas de existir.
Termino de tomarme la leche caliente, me visto y voy al instituto.
Llego a casa llorando. He escuchado los comentarios desagradables sobre mí, a las chicas que se sientan delante de mí en clase. Los han dicho “sin querer” demasiado alto.
Ya no se que hacer. Cada día me dan menos ganas de ir al instituto. Mis compañeros me hacen demasiado daño, y mis amigos intentan apoyarme, pero no saben que hacer ante la situación.
Miércoles. Cuando he llegado al instituto había un dibujo amorfo hecho a tiza blanca en la pizarra. Me representaba a mí. Leo los comentarios que han puesto al lado del dibujo, son tan desagradables como siempre. Aguanto las ganas que tengo de llorar.
A penúltima hora tengo educación física, y la profesora me saca para enseñar a la clase como se hace un ejercicio. Escucho las risas de mis compañeras. Las lágrimas se acumulan en mis ojos, pero no puedo permitirme darles el gusto de verme derramar lágrimas por sus actos en contra de mí.
Para finalizar las clases tengo historia, y el profesor nos dará las notas de los exámenes. No me equivoco, el señor mayor que nos da historia nos entrega los exámenes sobre la Revolución Francesa. Cuando me entrega mi examen, me dirige una mirada severa, miro la nota. Y de nuevo las ganas de llorar me embargan. Mis notas han descendido. Ya apenas estudio, pensando  en  lo que he podido hacer mal, para que mis compañeros me traten de ese modo. Y el tiempo que estudio lo hago vagamente y no dejando de pensar en porqué me hacen daño.
Viernes. Ha llegado el día de mi exposición oral. Me armo de valor cuando entro en clase, pero en seguida me derrumbo. Un grupo de chicas de mi clase me señalan con el dedo con carcajadas sonoras. Me siento en mi mesa y hago como si repasase mi exposición.
Una de las chicas de mi clase se acerca y me tira del pelo, riéndose y burlándose.  La ignoro y sigo concentrada en mis apuntes, con el corazón martilleandome en las sienes. No se como decirle que me deje., Tengo miedo de que al hacer eso me cojan más odio…
Después del recreo, una de las chicas esas que me hacen daño, me invita a saltarme las clases, porque dice que me quiere poner guapa para que deslumbre en la exposición. No le digo que no, y voy con ella a los servicios. Dice que mi corte de pelo está pasado de moda, y saca unas tijeras de su mochila.
Zas. Zas. Zas. Y mechones de mi rubio dorado, caen sobre el lavabo y el  suelo. Me ha dicho que no me mire en el espejo. Le hago caso. Después me maquilla y me da ropa, extremadamente apretada. Le hago caso de nuevo y me pongo el conjunto.
Cuando ya estoy lista, según su parcer, le doy las gracias por haberme ayudado y el timbre suena.
Salgo hacia el salón de actos. Todo el instituto está ya comenzando a sentarse en las sillas y bancos. Un profesor me dice que me siente y junto al escenario, y que espere a mi turno.
Una serie de alumnos salen al escenario. Unos tocan música, otros bailan, otro leen poesía, etc. Y ya es mi turno de salir al escenario. El profesor encargado pone mi pen en el ordenador, y el power point con mi trabajo se ve en el proyector. Escucho las risas de todo el mundo, y no exagero diciendo que son las risas de todos. Comienzo a contar mi trabajo. Hay gente que se muestra interesada en las palabras que salen de mi boca; pero entonces cuando ya casi me he olvidado de que estoy en un escenario. Escucho las palabras que salen a gritos de la boca de una de mis compañeras. Insultos, palabras mal sonantes. Toda la gente la mira.  Y yo definitivamente rompo a llorar, bajo del escenario corriendo y salgo del salón de actos. Me meto en los aseos. Me miro en el espejo. Mi pelo que había sido largo, ahora está corto y con trasquilones. Hay una especie de flequillo que es demasiado corto y encrespado. El maquillaje de mi cara es exagerado. Demasiado rimel, demasiada sombra de ojos verde. La base de maquillaje clara, hace que mi cara parecza blanca, y mis labios ahora están pintados de un rojo brillante. Mis lágrimas hacen que el maquillaje se me corra. Miro la ropa que tengo puesta. Los pantalones demasiado estrechos están rotos y la camiseta manchada y rasgada. Parezco un auténtico payaso.
Me quito el maquillaje, y me pongo mi ropa. Espero  con  lágrimas en los ojos a que suene el timbre. Nadie ha venido a buscarme. Cuando la alarma indica que las clases han terminado, salgo fuera del centro, a esperar a la chica que me ha hecho esto. Ha sido la gota que ha colmado el vaso.
Cuando el grupo de amigas que me critican salen y me ven, rien con aire triunfal, y se dirigen a donde estoy yo, repletas de insultos.
Cuando la chica que me ha cortado el pelo, va a abrir la boca, mi mano se dirge a sus labios, y le doy un fuerte puñetazo. Me mira con rabia y se lanza a mí, como una serpiente, repleta de veneno. Sus dedos tiran de mi pelo. Mis puños la golpean en la cara y en el cuerpo. Ella me muerde, y sus amigas me sujetan y me golpean. La gente del instituto se apelotona a nuestro alrededor. Y corean mi nombre, para darme fuerzas.
Por primera vez en mucho tiempo, me siento llena de valor. Y grito palabras hacia ellas.
-¡Nunca más! No volveréis a hacerme daño. Creéis ser las amas del mundo, pero no lo sois, porque haciendo daño a los más débiles no vais a llegar lejos. A mi me habéis hecho daño, pero ese daño me ha hecho fuerte. No soy ni gorda, ni fea, ni puta. No sabéis nada de mí, y por lo tanto no tenéis derecho a opinar sobre mi aspecto ni a juzgar mis actos. ¿Sabéis por qué me atacábais? Simplemente porque me teneis envidia, y queréis ser el centro de atención, pero os aseguro, que así, no váis a conserguir nada.
Dichas estas palabras salgo del circulo de gente que se a formado a nuestro alrededor, y entre vitoreos abandono el lugar.
Por fin, siento que me he quitado un peso de encima, ahora soy fuerte, y ya no me harán daño de nuevo.

maRiiia        

4 comentarios:

  1. Maríaaa!!!!! Chicaa!!!!! Tremendo relato!!!!!! Buenísimooo!!!!!!! La verdad es que me he sentido algo identificada.... Pero chica.... Muy bien escrito!!!!!

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  2. Es algo exagerado, pero la verdad es que casos así pasan con mucha frecuencia, pero no se sabe de ellos, porque la persona que está sufriendo el acoso tiene miedo de contárselo a alguien por lo que pueda pasar... :(
    y gracias!! Me alegro mucho de que te haya gustado!
    Y Si te sientes identificada, ánimo!!! Lucha!!

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  3. Sí, sí, es cierto.... :( Yo lo superé hace tiempo, porque me pasó en 4º de Primaria, pero me hizo más fuerte, y ahora estoy mejor... Porque como dice mi padre: "Lo que no te mata, te fortalece."
    Besos!!!!

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  4. Me alegro mucho de que lo superases!!! :)
    Y ese refran es muy cierto!!
    besukiiis!! :)

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