sábado, 24 de marzo de 2012

Interrupción del descanso

Sonó el teléfono. Sin preocuparme, atendí.
-Hola, ¿quién es?- pregunté, inocentemente
-¿Jenny? Menos mal que estás, tengo que contarte muchas cosas, ven lo más rápido posible a mi casa- dijo mi amiga Lisa al otro lado del teléfono, con esa voz acelerada que la caracteriza.
-Liiii... Me pillas en un mal momento, no puedo ir a que me cuentes tus historias de novios...
-Es urgente, y no tiene nada que ver con mi novio, Jack está perfecta y absolutamente enamorado de mi, y yo de él, no hay ninguna novedad con respecto a mis relaciones sentimentales. Lo que tengo que contarte es algo muuuuuuy importante, que...- hizo una pausa, como si le costara decirlo-.Jenny, por favor, no te haría venir si no fuera importante, sé que éste es el único día desde hace 3 semanas que no trabajas, y sabes que te dejaría descansar o estar con Chris, pero es importante de verdad... Por favorrr...
Me convenció.
-Estoy en camino. Espérame en 15 minutos en el jardín.
Me levanté del sillón ya arrepintiéndome de haber cedido a su poder de convocación, y fui hasta mi habitación arrastrando los pies. Sin pensar, cogí mi short vaquero azul que tanto me gusta, una blusa verde agua y mis botas marrones de marca. Me lavé la cara y los dientes y sujeté los mechones de pelo que caían sobre mi cara con unas pinzitas en la parte trasera de mi cabeza, dejando el resto de mi alborotada melena  libre. Cogí el bolso bandolero que estaba colgado en el pechero al lado de la puerta y salí de mi pequeña casita. Subí a mi bici y pedaleé hasta la mansión de los padres de Lisa. Ella aún vivía con ellos, cuando yo ya pagaba el alquiler de mi casa con el pequeño sueldo que ganaba trabajando interminables horas en un lugar horrible. Era el precio que debía pagar por mi libertad.
Toqué el timbre y esperé. Dos minutos más tarde, Leonard, el mayordomo de la familia Calt, abrió la reja que separaba el jardín y la mansión que poseían los padres de Lisa del resto del mundo.
-Buenos días, señorita. Hacía tiempo que no pasaba por aqui.
-Hola, Leonard- respondí- .Sí, he estado ocupada.
-Puede dejar la bicicleta ahí, señorita- dijo, señalando el aparcamiento para invitados cercano a la entrada.
-Gracias- dije, apoyando mi bici en la pared de la bajada que llevaba al garaje. 
-¿Quiere que llame a la señorita Lisa?
-Sí, muchas gracias, Leonard.
Éste se dirigió a la enorme casa escondida detrás de unos pinos que estaban al lado del camino. Mientras esperaba a Lisa, caminé por el mullido césped que cubría las elevaciones del terreno, hasta llegar a la zona de los arbustos llenos de margaritas donde Li y yo jugábamos a ser princesas cuando éramos pequeñas. Me senté a esperar, escuchando el canto de los pájaros y sintiendo el sol en mi cara.
-¡Amiga! ¡Gracias por venir!-la estridente voz de Lisa resaltaba en ese contexto silencioso y tranquilo.
-Bueno, cuéntame, ¿qué te ha pasado...?- le pregunté, imaginándome cualquier cosa excepto lo que me contó.
-Jenny, por favor, esto es muy importante- me dijo, bajando la voz y borrando la sonrisa de su cara mientras se sentaba enfrente mío, pegando la enorme falda blanca que llevaba- .Necesito que me escuches con mucha atención, porque, una vez que lo cuente, no lo voy a repetir, ¿vale?
-De... acuerdo- dije, pensando que no sería tan grave. Cómo me equivocaba...