jueves, 29 de diciembre de 2011

Reconciliación

Parecía que la pelea entre Nina y Tom era irremediable. Ella estaba ofendida porque él no quería ser sincero con ella. Él estaba enfadado porque Nina no había aceptado su disculpa.



                                                                        *          *         *


Desde esa pelea con Tom estoy como un zombi. He aprovechado esta semana, que tenía varios festivos, para no ir al trabajo, y he estado en casa. Paso las horas sin hacer nada, sin pensar nada. He desconectado el teléfono fijo, y apagado mi móvil. Las chicas intentan llamarme, entrar en casa, mandarme e-mails... Pero no les respondo. Todo lo que hago es sentarme, con la mirada vacía, mirando la nada. Me quedo todo el día en pijama, tengo el pelo enredado, mi cara está horrible... Me siento fatal sin Tom, me siento fatal por haber sido tan cruel y poco comprensiva, me siento fatal, simplemente.
Mi refugio es el helado de vainilla. Me calma y me relaja sentirlo en la boca, su sabor, dulce y frío, su olor, penetrante... Es lo único que como.
Eso era hasta hoy. Basta ya. Nada más levantarme pongo música, pop, como la que escuchaba cuando era adolescente. Canto todas las canciones de un viejo CD que encuentro por ahí, me doy una ducha fresquita, me lavo los dientes y me cepillo el pelo, peinándolo en una trenza. Me pongo ropa de colores, mis zapatillas preferidas y enciendo el móvil. No me sorprendo al ver que tengo muchas llamadas perdidas, todas de mis amigas. Borro el historial, y llamo a Marie. Me atiende, y tras charlar un rato, le digo si vamos de compras. Tengo ganas de comprarme cosas nuevas, para mantener alejado de mi mente el recuerdo de Tom, que me hiere como un puñal. Marie me recoge en su coche nuevo y nos vamos al centro comercial. Nos divertimos un rato, comprando ropa. Luego vamos a tomar un helado, y yo pido de vainilla y fresa, para alegrarme un poco. Nos sentamos en una de las mesas redonditas de la heladería, y al rato, veo que en la cola hay una chaqueta con una cabeza que me resultan familiares. Me fijo más atentamente, porque la melena rubia que hay a su lado me inspira unos hermosos celos. Espero a que terminen de pedir, y cuando salen de la cola, confirmo mis temores: Tom ya tiene nueva novia. No me lo puedo creer. ¡Si hasta están abrazaditos y todo! Marie, que ha seguido mis movimientos desde que empecé a vigilar a los de la cola, me dice:
- Nina, ¿quieres que volvamos a casa?
Ay, Marie, que gran intuición tiene. Recogemos las bolsas y nos vamos. Cuando pasamos al lado suyo me obligo a mantener la cabeza bien alta, y una expresión bien orgullosa se refleja en mi rostro. No pienso demostrarle que me duele. Marie se mantiene callada todo el rato, desde que salimos de la heladería hasta llegar a mi casa. Le doy las gracias por todo, y se va. La observo hasta que dobla la esquina, y luego subo a mi casa rápidamente. Casi sin sentirlo me pongo el bañador y un chándal, cojo una toalla, el gorro y las gafas, y bajo a la piscina del edificio. Sé que debe estar helada, pero no me importa. Estoy hirviendo de ira por dentro, así que no pasaré frío. Sin pensarlo, me tiro de cabeza y empiezo a nadar: brazada, brazada, brazada, respiro. Brazada, brazada, brazada, respiro. No puedo parar, no debo parar.



                                                                        *          *         *

Me ha sentado fatal que Nina me demostrara de una manera tan grosera que prefería dejar nuestra relación en donde estaba. El hecho de tirar la rosa que le regalé me lo dijo todo. Me quedé herido profundamente, y estuve un par de días durmiendo, y cuando me despertaba, me quedaba en la cama hasta volver a dormirme. Pero en esos momentos en los que estaba despierto, pensaba: "Bueno, sí, quería mucho a Nina, pero el mundo es grande y somos muchas personas. Es completamente seguro que voy a encontrar a otra chica que me quiera más que ella." . Así que al martes me levanté, desayuné mirando unos dibujos que mira mi primo, el más pequeño, y luego encendí el ordenador. Jugué a jueguitos tontos e inútiles, solo para distraerme. Y de repente recibo una llamada de Skype de mi hermana. le chateo, no quiero que vea mi cara de abrumado, porque me hará preguntas y me fastidian mucho sus interrogatorios. Pero insiste, y me termina viendo. No sé cómo, pero le cuento todo, y dice que tiene una sorpresa para mí. Y corta la conexión. Espero, y un par de horas más tarde, tocan el timbre. Abro, y me la encuentro en mi puerta. Me quedo pasmado, y veo que trae una pequeña maletita. Entra en casa, y le doy un café, y hablamos otro rato. Me dice que debo olvidarme de ella, porque sabe que  no voy a ceder, y supone que ella tampoco. Mi hermana es capaz de entender a CUALQUIER persona con solo saber un par de cosas sobre ella, por ejemplo, Nina. El caso es que hace todo un plan para llevarme a pasear y distraerme. Un día vamos a la montaña más cercana, y hacemos montañismo, picnik y contamos chistes. Otro vamos a un pueblo de las afueras de la ciudad, y lo conocemos a fondo. Otro nos vamos de compras, y en uno de mis momentos de bajón (al ver una chica con un gorro como uno de Nina), tomamos un helado. En la cola, me deprimo todavía más al ver el helado de vainilla, el favorito de Nina, y mi hermana me abraza, consciente de mi dolor. Tomamos nuestros helados y volvemos a casa. Mi hermana se va dentro de unas horas, y la acompaño al aeropuerto. Nos despedimos con mucho cariño, y, volviendo a casa, paro en casa de Nina, porque quiero intentar arreglar las cosas. Creo que he cometido un error, y ella también lo ha hecho, y si se me presenta la oportunidad de reprochárselo sin meter la pata, a lo mejor se soluciona todo. Entro, y al tocar su puerta no recibo respuesta. Decido mirar en la piscina. Es pleno invierno, y está haciendo bastante frío, pero no desecho la idea. Resulta que tenía razón y que estaba nadando. Me imagino que no habrá parado desde que empezó, la conozco. Y sé que puedo hacer para llamar su atención. Poco a poco, me quito la ropa, hasta quedar en calzoncillos. Me tiro a la piscina, que, como imaginaba, está helada. Ella no parece notar mi presencia, y sigue nadando. Me acerco a ella, y cuando me ve, para, y está a punto de soltarme un buen grito, cuando ve quién soy.



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He perdido la noción del tiempo. No sé cuánto llevo nadando, pero no estoy cansada, ni me falta el aire. Y cuando veo que alguien se interpone en mi camino, me paro y le voy a echar un sermón, cuando veo que es él. Y le voy a gritar más fuerte que antes cuando lo veo medio congelado: pálido y con los labios morados y la nariz roja. Y, por intuición, sé que quiere arreglar las cosas, y no me importa mi orgullo, no me importa el frío, no me importa la distancia, no me importa NADA cuando me acerco a él y le beso. Y siento que él me abraza, que vuelve a tener calor, y salimos de la piscina, enredados en un beso, y nos abrazamos y nos envolvemos en la toalla, JUNTOS. No me lo puedo creer.



                                                                        *          *         *
Y así, Nina y Tom se reconciliaron, volvieron a estar juntos.