jueves, 25 de abril de 2013

Poesía #8

NOCHE OSCURA DEL ALMA

En una noche oscura
con ansias, en amores inflamada,
¡oh, dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

A oscuras y segura
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh, dichosa ventura!
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amado en el amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.

Quedeme y olvideme,
el rostro recliné sobre el amado;
ces´todo, y dejeme,
dejando mi cuidad
entre las azucenas olvidado.

San Juan de la Cruz
Poesía, Cátedra (Adaptación)

martes, 2 de abril de 2013

Ameera


10 de agosto
Querido diario:
Acabamos de llegar a esa “nueva casa” de la que tanto hablaba padre. Fue todo muy precipitado: al empezar la temporada calurosa allá en Marruecos, nuestra “antigua casa”, padre nos contó a madre, mis seis hermanos y hermanas y a mí,  que nos iríamos a un nuevo lugar a mitades del próximo mes. Al principio me asusté, pero terminé emocionándome. ¡Por fin nos alejaríamos de esta casa ruinosa, calurosa, maloliente y fea, situada en una callejuela de un mal barrio de Agadir, al suroeste de Marruecos!
El caso es que hace dos días recogimos las pocas cosas que teníamos, nos subimos a un barquito que se movía mucho con un hombre siniestro, y pusimos rumbo a ese “lugar nuevo”, al oeste. Partimos por la noche, y mis hermanos y yo estábamos tan cansados que nos dormimos durante un rato largo. Por supuesto, como manda Alá, mis cuatro hermanos pudieron aprovechar los sacos-equipaje para dormir más cómodos, y nosotras, mis otras dos hermanas y yo, tuvimos que conformarnos con el suelo duro y húmedo de la barca. Esto nunca, en toda mi vida, me había parecido raro, pero ahora que llego a este lugar nuevo ¡me sorprendo de que no sea así! En fin, el caso es que, horas más tarde, pasamos cerca de varias islas, y seguimos navegando, con hambre las mujeres porque los hombres habían comido todo lo que habíamos traído; y con calor por los gruesos burkas que portábamos. Finalmente, llegamos a un enorme y hermoso puerto, lleno de actividad y de gente, y nuestro barquero se fue rápidamente después de que padre le diera una gran bolsa de dinero, dejándonos en ese lugar tan maravilloso. ¡Yo estaba tan feliz! Mis hermanos, hermanas y yo  nos quedamos sentados en el muelle, mirando todos los barcos, y peces, y personas, y pájaros y cosas que habían en aquel lugar tan grande. ¡Estábamos fascinados! Yo no prestaba mucha atención a mis padres, pero mi hermana mayor sí, y luego me contó que habían hablado con  un hombre alto y serio que llevaba puesto un uniforme verde, y que éste, después de un rato con cara de enfado y un poco de dinero de padre, les había indicado una dirección. Después fue todo muy rápido, no lo recuerdo bien porque estaba concentrada en conocer y ver todo lo que podía. Padre compró unos trocitos de papel muy raros de color azul que dio en un bus verde muy grande, y desde ahí viajamos durante mucho rato hasta llegar a un pueblito de casas  blancas, parecido a nuestra “antigua casa”. Padre habló con otra persona más, muy pálida, que le dio una llave. De noche otra vez, entramos a un apartamento PRECIOSO, con una ventana muy grande, y habitaciones separadas para mis hermanas, mis hermanos y mis padres. ¡Es genial! Hay una mesa muy grande, en la que nos podemos sentar todos, una cocina, un salón con ventanas gigantescas y un balcón con vistas al mar, un baño muy grande… ¡Me encanta! Ahora me voy a dormir en la nueva habitación, la cual comparto con mis dos hermanas. No tiene ventana, pero por lo menos hay una cama para cada una, que es un avance. ¡Estoy muy feliz!
Ameera.
14 de septiembre
Querido diario:
Llevamos más de un mes aquí, en este lugar que he aprendido que se llama Tenerife (¡Qué nombre más raro!). Seguimos viviendo en esta casa tan bonita, en un pueblo que creo que se llama Guila de Isorah, o algo así. Hoy fue mi primer día de instituto. ¡Es un edificio enorme! Estaba muy asustada al principio, con mi burka favorito, el rosa, en la cabeza, y la mochila a juego, usada, por supuesto, en mi espalda. No me separé de mi hermana en ningún momento, y cuando la mandaron a otra clase me asusté: ¡iba a estar sola, sin ella! Entré, y un adulto, supongo que un profesor, me puso delante de todas esas personas que serían mis compañeros y dijo mi nombre, y me indicó un asiento libre junto a una chica de pelo castaño. Pasé todo el día allí, y resultó que la morena era muy buena y simpática. Me enseñó muchas cosas con dibujos y colores. ¡Tengo como cinco hojas en la mochila llenas de garabatos y pintarrajeadas de ella! Es muy buena, me he enterado que se llama María, o algo así.
A cada hora sonaba un timbre muy fuerte, y en un momento salimos todos juntos a unas canchas, donde había hombres jugando al baloncesto, y gente comiendo sándwiches y bocadillos. Después de un rato volvimos a clase, y a mediodía sonó el timbre y volvimos a casa. Recogimos a los hermanos y hermanas más pequeños por el colegio, que estaba al lado, y volvimos a casa. Por el camino fui hablando con mi hermana mayor, y me contó que en su clase nadie había querido sentarse con ella, y que apenas había aprendido nada.
Al volver a casa tuvimos que ayudar a madre a preparar la comida, mientras mis hermanos jugaban con los cuatro coches que tienen y padre estaba trabajando. El resto del día fue normalito, nada importante. Los rezos a Alá hacia el este, los golpes de padre a madre por la noche…
¡Veamos mañana qué aprendo en clase!
Ameera
25 de diciembre
Querido diario:
Hoy es Navidad, una fiesta muy celebrada aquí, en España, aunque un poco ignorada por mi familia. Pero, para adaptarnos a las costumbres como cenar en familia y dar regalos como hacen aquí, anoche comimos, por primera vez, todos juntos en la mesa, sin discriminación hacia madre y mis hermanas. ¡Fue muy raro, pero me gustó mucho el cambio! No pudimos hablar con ellos ni mirarlos a la cara, obviamente, pero estuvo mejor que comer rápido en mi habitación. También les dimos a los hombres, después de cenar, un regalo a cada uno, y uno muy grande a padre, que lo abrió sin decir nada y tampoco nos dijo nada después, ni siquiera un simple “gracias”, lo cual me pareció muy raro después de escuchar a María decir “gracias” y “por favor” todo el tiempo.
En clase me va muy bien, ya casi me he adaptado a este lugar, entiendo bastantes cosas y saco buenas notas en los exámenes especiales que me hacen. Mi amiga María es muy buena, y, aunque a veces prefiere ir con oros amigos, pasa mucho tiempo conmigo y sigue enseñándome cosas nuevas cada día.
Ahora hay vacaciones del colegio, y padre nos obliga a limpiar la casa cada dos días, ya que no hacemos nada… Según él, no se puede vivir sin trabajar, y nuestro trabajo es limpiar.
Durante este tiempo casi no ha cambiado nada: la rutina es la misma, sin ninguna variación. La única novedad fue que un día, padre no paraba de exigirle cosas a madre: que hiciera la comida, que lavara la ropa, que doblara las sábanas, que limpiara la cocina, que le hiciera un masaje en los pies porque estaba muy cansado… Llegó un momento en el que madre no aguantaba más y se sentó en el sofá, aprovechando que padre se estaba duchando. Sin embargo, era tal su agotamiento que se quedó dormida enseguida, y padre la descubrió así. Él se enfadó tanto que sus gritos se escuchaban desde la plaza, donde mis hermanos estaban jugando; y le pegó tan fuerte a madre que tuvo el ojo derecho morado durante dos semanas, y no puedo sonreír durante un mes por lo hinchada que tenía la mejilla. Esa noche no pude parar de llorar, en silencio, y de pensar en lo injusto que era padre. Ahora que lo recuerdo, se me llenan los ojos de lágrimas, y tengo que dejar de escribir.
Triste, Ameera
10 de enero
Querido diario:
Hoy han vuelto a empezar las clases. Todos volvieron con ropa, móviles, mochilas y cosas nuevas, y yo ahí, con mi burka verde de flores y mi mochila vieja. Me senté junto a María, y vi que estaba triste. Le pregunté, en mi español vacilante y con un par de dibujos, qué le pasaba. Al principio no quiso contarme, pero terminé entendiendo que era que los Reyes Magos no le habían dejado tantos regalos como ella quería, y que por eso estaba triste. Que estaba triste porque el año pasado le habían regalado diecinueve cosas y este solo diecisiete. Yo le sonreí he hice como que no entendía, pero no paraba de pensar: ¡Por favor! ¿¡Está triste por eso!? ¡Yo no he recibido ni un solo regalo estas Navidades, ni lo recibí en las anteriores ni lo recibiré en las siguientes! ¿¡Cómo puede estar triste por algo tan tonto!?
En fin, luego en casa, padre se había vuelto a pelear con madre, y le estaba pegando tan fuerte que le grité, entre lágrimas, que parara, mientras ninguno de mis seis hermanos hacía nada por impedirlo. Padre, por supuesto, se enfadó mucho conmigo, y me pegó a mí también. Ahora tengo el labio inferior partido, pero por lo menos evité que le pegara más fuerte a madre. Lo malo es que, de castigo, me obliga a dormir en el suelo, “para que aprenda a doblegarme”, según él.
¡Qué injusto es todo esto! ¡Qué horrible, qué malo, qué abusador es padre! Hasta ahora yo me lo tomaba como algo normal, lo de los golpes, las exigencias y los castigos, ¡pero desde que llegamos a España me parece más y más raro!
Estoy tan cansada de esto… Y lo peor que es que no le veo fin.
Ameera
14 de julio
Querido diario:
Se terminó la aventura. Acabamos el curso en España, con notas bastante buenas, padre cansado ya de Canarias, y volvimos a Agadir. Allí, padre me vendió a un jeque viejo, de unos cincuenta años, que me vio en un mercado y me compró. Llevo casada con él un mes, y aún no me he acostumbrado a dormir con él por las noches, ni a sentir sus manos, gordas y vulgares, dentro de mi ropa, ni a que me utilice a su antojo. Lo único positivo es que es muy rico, y no tengo que encargarme de limpiar, ni cocinar, ni nada de la casa, y que puedo enviarle dinero a mi familia.
Me he dado cuenta que echo de menos Tenerife. Ese pueblito tan bonito y lleno de gente amable, Guía de Isora. A mi amiga María, y los muchos demás compañeros de clase, esa clase en la que aprendí tantas cosas. Echo todo eso de menos, y sé que no puedo recuperarlo.
Mi familia sigue igual, con un poco más de dinero. Padre sigue abusando, golpeando y maltratando a madre, y, a falta mía, a mi hermana más pequeña, ya que la mayor se ha casado con un hombre muy bueno, que, por suerte, la trata como a una persona y no como a un trapo, y que la quiere y la cuida.
Mis hermanos siguen igual de mimados, malcriados y maltratadores como siempre. Y es que de tal palo, tal astilla.
Madre tiene cada día un moretón nuevo, y la verdad es que me duele cada vez más verla así, y me duele cada vez más saber que no puedo hacer nada por impedirlo.
Y yo… Pues yo ya estoy cansada de tanto abuso, tanto dolor, tanto mal. Por eso, me despido, mi querido diario, de ti y de la vida.
Por última vez,
                                                                Ameera.                           
Ameera fue encontrada en la bañera de la lujosa casa del jeque, con un afilado puñal clavado en el pecho, y su diario azul y un bolígrafo, en el suelo, junto a ella.

viernes, 8 de marzo de 2013

Inicios de bulimia

18 de febrero de 2012
Querido diario:
Me veo gorda. Siento que me pesa el cuerpo. Buff. Tengo que bajar de peso. Hoy me pesé cuando papá me lo dijo y veo que no bajo de los 52. ¡¡¡¡¡Y yo lo intento!!!!! ¡De verdad que lo intento! Además, con la dieta que me hacen hacer mamá y papá y todos los deportes a los que estoy apuntada (acabo de empezarte, voy a enumerarlos: natación [ahí por lo menos tengo amigas], atletismo, boxeo con papá, gimnasia artística con mamá, ejercicios cardivasculares, bici desde casa hasta el complejo deportivo, es decir, mínimo 3km de ida y otros 3km de vuelta todos los días, bici para ir a comprar el pan, los libros, cualquier cosa hasta el pueblo de "al lado" que son 6 km de ida y 6 de vuelta.... Podría seguir, pero tengo cosas mejores que escribir). En fin. El caso es que la fórmula
1500 CALORÍAS AL DÍA+12HS DE DEPORTE SUPER INTENSIVO+MACHAQUE EMOCIONAL POR PARTE DE PAPÁ (¡Estás gorda! ¡Tienes que bajar de peso! ¿Cómo pesas tanto? ¡Deja de comer! ¡Adelgaza! ¡Adelgaza! ¡ADELGAZAAAA!) = DEPRESIÓN TOTAL Y 0% DE ENERGÍA EN EL CUERPO.
A ver cómo sigo...
        Paula

lunes, 4 de marzo de 2013

Mal tiempo.

Me gusta la soledad que provoca el mal tiempo. Me gusta salir a la calle y encontrarla desierta, fría, silenciosa. Me gusta andar con las manos en los bolsillos y el cuello de la chaqueta subido, con los ojos entrecerrados por el viento que me revuelve el pelo. Me gusta solo escuchar mis pasos resonando en el silencio, que sean lo único que se oiga aparte del viento. Me gusta ver mis Converse pasar cerca de charcos que reflejan el cielo gris, me gusta verlas pisar hojas caídas. Me gusta volver a casa y cerrar todas las puertas y ventanas, y tener a mi perrita dentro, y sentarme en pijama con una manta y un libro junto a la ventana por la que corren ríos de lluvia. Me gusta escuchar el repiqueteo de los miles de gotitas que se precipitan hacia el suelo de mi patio. Me gusta la lluvia, y el frío y el mal tiempo. Qué rara soy.

domingo, 3 de marzo de 2013

¿Vienes conmigo?

¿Vienes conmigo? ¿Te apetece fugarte, escaparte, huir donde nadie nos conozca, nadie nos juzgue, nadie nos encuentre? ¿Te apetece ser libre, y volar, saltar, sonreír, ser feliz? ¿Te apetece? Pues fuguémonos, huyamos, escapemos. Cojamos las tres primeras prendas que hayan en el armario, metámoslas en la primera mochila que encontremos y compremos un billete de tren, avión, barco, taxi que encontremos hacia donde sea, y SEAMOS LIBRES.
"Come away with me... in the night. Come away with me.. and I will write you a song... Come away with me... on a bus. Come away there they can't tempt us with their lies..."
Y allí donde estemos, donde quiera que sea, semos felices. Basta de caras largas, basta de lágrimas, depresiones y peleas. Solo seamos felices.
"And I wanna walk with you... On a cloudy day. And fields where the yellow grass grows knee high... So won't you try to come... Come away with me and we'll kiss... On a mountain top. Come away with me and I'll... never stop loving you..."
Seamos felices... Seamos felices. Tengamos happifidad.

lunes, 18 de febrero de 2013

Home alone

Y... "Adiós, ¡volvemos en unas horas!" y mi "Vale, ¡suerte!" y después... Escucho cerrarse la puerta del patio y salto de mi silla, muy feliz. Jajajajaja... Solita en casa. Un poquito de rock bajito mientras termino rapidísimo la tarea, mi mano volando sobre la libreta. Dos palabras más... Una... ¡SÍ! ¡Terminé! Subo la música hasta el máximo volumen y salto por mi habitación recitando la canción a grito pelado y tocando mi guitarra imaginaria. Después bajo el volumen, sé que no vivo sola y que mi punk puede molestar (incompresiiiiiblemente) a mis vecinos, pero eso no me prohíbe escucharlo, así que la dejo puesta a un buen volumen pero que no molesta. Bajo feliz las escaleras a por una galletas y me siento en el ordenador. Reviso mi Facebook, mi Polyvore, mi blog... Nada nuevo. Decido desenchufarme y salto un rato con Green Day, canto frente al espejo usando mi cepillo de pelo como micrófono, aunque no funciona muy bien: mi voz suena igual de alta que siempre. Me pinto las uñas, todo sin parar de cantar, y me tomo un colacao con muuuucho chocolate: Ole, estoy sola y feliz, y acabé la tarea en un cuarto de hora, ¡me lo merezco! Escucho un coche, me asomo a la ventana y.... ¡Uppppsss, ya llegaron! ¡Qué rápido pasan dos horas! Me apresuro a bajar el volumen y bajo rápidamente a abrir la puerta, y cuando llegan me miran con cara de "Ejemmm...". No les hago caso y charlo un rato, y cuando paso por el espejo veo el mostacho de chocolate que tengo, y solo puedo reírme. De verdad, no paro de reírme.

sábado, 16 de febrero de 2013

Naturaleza

La brisa en la cara. El sol en la piel. Los ojos cerrados, disfrutando el momento. La cabeza inclinada hacia atrás, como mirando el cielo. Los hombros y brazos relajados, caídos, sin sentirlos. El pecho subiendo y bajando a un ritmo suave, a juego con la sonrisa tranquila. Las piernas abiertas con la amplitud de la cadera y los hombros, para mantener el equilibrio. La falda blanca de florecilllas azules ondeando entre las piernas. Los pies felices en la hierba fresca primaveral. Toda feliz, en el medio de la nada, solo escuchando la brisa en las orejas, los pájaros en los árboles. Disfrutando la naturaleza.

viernes, 8 de febrero de 2013

Un poco de jazz

La música inundaba el lugar. Era un atardecer parisino de otoño, ya refrescando en el exterior. A esa hora se empezaba a llenar el bar de jóvenes recién saliditos de sus clases de universidad, que se acercaban a disfrutar del saxo y el chelo, a veces un piano. También venían enamorados en primeras, segundas o enésimas citas; adultos que se pasaban a sacarse el estrés del trabajo con la música y una copita, adolescentes a punto de irse después de tomar un café con los amigos, viejitos sin trabajo amantes del jazz que pasaban a disfrutar. Mucha gente. Muchas diferencias. Muchas charlas, risas. Y, especialmente, mucho jazz.

Ella se sentaba en una esquinita oscura, con un chocolate caliente entre las manos y una edición antigua de Romeo y Julieta al lado. Entre canción y canción leía, pero cuando se punteaban las notas en el chelo, o se tapaban y destapaban agujeritos en el saxo, o se pulsaban las teclas del piano; cuando la morena cantante de jazz hacía vibrar sus cuerdas vocales, ahí cerraba los ojos. Cerraba los ojos y sonreía, y disfrutaba. Y se notaba que disfrutaba. Su pie derecho se movía al compás de la suave y llevadera música. Su cabeza se balanceaba de un lado al otro. Disfrutaba. Le gustaba el jazz.


martes, 5 de febrero de 2013

Poesía #7

Su mirada se perdía,
lejana,
en la manta azul del
horizonte.

Los pliegues de aquella manta,
añiles,
que se ondulaban bajo el cielo,
brillantes.

Brillaban como sus ojos,
verdosos,
absortos en su amado mar,
preciosos.

Agustina Gómez

lunes, 4 de febrero de 2013

Brazadas y Patadas

El agua se deslizaba rápidamente a su alrededor, casi tan rápido como su sangre al correr por sus venas. Sus pies estaban en constante movimiento: arriba, abajo, arriba, abajo... Sus brazos repetían el mismo ejercicio, brazada tras brazada. Su pecho subía y bajaba rápidamente al respirar agitada. Gracias a los banderines del techo supo que estaba cerca del muro: con mucha práctica, inclinó la cabeza hacia atrás soplando por la nariz de manera que no le entrara agua, y miró cuánto le faltaba hasta alcanzar el final de la piscina. Calculó unas 3 brazadas, y, cuando las hizo, volvió a inclinar la cabeza para darse cuenta de que debía hacer el viraje. Aerodinámicamente, se dio la vuelta dando una brazada de crol e hizo una voltereta. Con fuerza, se impulsó y adquirió velocidad al dirigirse a la otra punta de la piscina. Y otra vez lo mismo: brazada, brazada, brazada a la vez que sus pies se movían arriba y abajo, arriba y abajo... Otra vez, las gafas empañadas. Mecachis. El techo se volvió borroso: tendría que mojarlas al acabar el ejercicio. Brazada, brazada, brazada. Arriba y abajo, arriba y abajo. Brazada, brazada, brazada. Arriba y abajo, arriba y abajo.
Así era la única manera de relajarse. Qué bien se sentía al nadar. Se sentía... Como un pez en el agua, literalmente.

viernes, 1 de febrero de 2013

Sentir.

Corre.
Corre desesperada. Corre, con prisa, con ansiedad. Tiene que llegar. Tiene que alcanzar su meta. Es cuestión de vida o muerte.

Su respiración se agita. Su pecho sube y baja en un rápido vaivén.
Siente frío: es el helado viento que la rodea y frena, empujándola hacia atrás.
Siente miedo: miedo a no llegar, miedo a no conseguir su objetivo, miedo a perderle.
Siente desolación: el lugar que la rodea es oscuro, indefinido, un eterno desierto de roca helada que no la deja escapar.
Siente dolor: dolor en las agotadas piernas, aunque no se rinde y las obliga a seguir esforzándose.
Siente pánico: es consciente de la malvada sombra que la persigue y del dolor que le causará.

A pesar de todo, no cesa en su empeño, y corre. Corre. Corre, sin parar.

Pero, poco a poco, lentamente, se siente más débil.

Siente más frío: sus dedos comienzan a congelarse y sus gotas de sudor se convierten en ríos de escarcha que corren por su cara.
Siente más miedo: comprende su cansancio y comprende también que su cuerpo le fallará dentro de poco.
Siente más desolación: en ese mundo frío y lúgubre no parece haber salida hacia la luz.
Siente más dolor: su cuerpo está al límite de sus fuerzas, no puede continuar.
Siente más pánico: al aminorar su escapada, la sombra se ha ido acercando progresivamente hacia ella, hasta estar tan solo a unos metros.

De repente, y tal cual esperaba, encuentra su cuerpo tendido de bruces en la nieve, sin apenas ya sentirlo debido al dolor infringido horas atrás y el sobreesfuerzo al que ha sido forzado.
Lo sabe, sabe que la sombra está ya a centímetros. Lo sabe con tanta certeza que se imagina el afilado cuchillo introduciéndose en su rosada piel. Lo sabe con tanta certeza que no escucha el disparo; lo sabe con tanta certeza que cree que es un sueño el sentir unos brazos que la levanten cariñosamente; lo sabe con tanta certeza que piensa que una abrigada chaqueta y un dulce beso son producto de su imaginación; lo sabe con tanta certeza que no hace caso de la hermosa imagen que le dan sus ojos. Lo sabe con tanta certeza que se duerme pensando que será su última siesta.

Horas después, despierta.

Siente calor: una gorda manta la cubre hasta la nariz.
Siente seguridad: la manta le da la sensación de protección.
Siente tranquilidad: sabe que está a salvo.
Siente dolor: sus heridas no han sanado, pero el cansancio se ha ido.
Siente amor: lo ha visto junto a ella, y sabe que ya nunca más tendrá miedo.

Él, sonriendo con ternura, se agacha, y, labio con labio, frente con frente, nariz con nariz, se van a besar...

RINNNNGGGG RINNNNGGG RINNNNNGGGGG!

Suena la alarma. Abre los ojos despacio, aturdida por el fuerte y violento sonido.
Se estira para apagar el despertador y se recuesta pensando en su sueño. ¿Sería verdad ese beso?
Lo sintió real.


Poesía #6

¿QUÉ ES POESÍA?

¿Qué es poesía? Me preguntas mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía eres tú.
 Gustavo Adolfo Bécquer

El siguiente novio de mi novia

Continuando, resulta que Louis era, cómo no, un compañero de universidad. Él también estudiaba Bellas Artes con Lyla, y ahí empezó el contacto. Al principio no me molestó: a veces venía a nuestro apartamento para ayudar a Lyla a estudiar para los exámenes teóricos, ya que le costaban más. Tenía un talento natural para la parte práctica, así que ahí trabajaba sola.  El caso es que este "Louis" venía a menudo para ayudarla, y, al final del primer curso, ya era un integrante más de la casa. Finalmente,  todos acabamos nuestro primer curso en la uni, y Lyla y yo volvimos a el terreno de nuestros padres a disfrutar del verano. Fue un verano diferente, porque era la primera vez que cumplíamos el papel de "parejita feliz" fuera del ambiente habitual, es decir, la uni y nuestro apartamento. Yo, aún sabiendo que Lyla y Louis tenían una "pequeña" relación, no me inquieté hasta mucho más tarde, cuando empezamos el segundo curso. Ese verano, igualmente, lo pasamos genial, disfrutamos muchísimo. Aprovechamos, también, que yo había conseguido el permiso de conducir ya,  y viajamos hasta las montañas del norte, y nos quedamos en un hotel rural muy agradable. Yo creo que, si me pongo a pensar en cuáles han sido los momentos más agradables, el primero que me viene a la mente es ese.
Acabó el verano, y retomamos las clases. Yo empecé a buscar trabajo, ya que necesitaba dinero. Mis padres no podían encargarse de mi eternamente. Conseguí que me contrataran en la cafetería del campus. Trabajaba de camarero. No era lo mejor de lo mejor, pero me pagaban bien, y así tenía una excusa más para ir al campus, donde estaban Lyla y Louis. La cafetería se encontraba justo al otro lado del parque cuyas vistas se veían desde el gran ventanal del edificio de arte.
Llegado un momento, después de las Navidades, Lyla empezó a mostrarse muy rara, distante. Por mucho que la interrogué, no conseguí arrancarle una palabra. Hubo días en los que no nos hablábamos, ni nos mirábamos. Esos días, yo volvía a mi habitación, y dormía bajo la colcha, fría sin su calor al lado de mi cuerpo.
Un día lluvioso (qué curioso que siempre que pasa algo malo o triste llueva, ¿verdad?) yo estaba trabajando en la cafetería. No habían muchos clientes, tan solo un par de profesores, y un pequeño grupo de alumnos que recuperaban un poco de calor corporal tomando calientes cafés. Yo había acabado mi turno, así que recogí mis cosas y me despedí de todos. Por la cortina de agua que caía, no veía muy bien el otro lado del parque, es decir, el edificio artístico. Por eso salí descuidadamente bajo el paraguas, oliendo el agradable olor a humedad que trae la lluvia. Esquivé los charcos de barro del parque y llegué al edificio, con intención de recoger a Lyla para llevarla conmigo en coche, y que no se mojara tanto en el camino a casa. Ufa, tremendo error. Entré, sequé mis zapatos en la alfombra del dibujo abstracto de colores, colgué mi abrigo mojado en el perchero de la entrada y me dirigí a la sala Marmolina, donde sabía que Louis y Lyla estaban trabajando en una escultura. Como siempre, la orquesta del campus estaba ensayando, así que mis pasos no se oían bajo la música tocada en el piso superior. La puerta de la sala Marmolina estaba abierta, así que entré sin llamar. Después, me quedé paralizado. No creía lo que estaba viendo. Lyla estaba sentada en la mesa de trabajo azul, su favorita. Louis estaba de pie delante de ella, e, increíblemente, sus labios acariciaban los de ella. Lyla, por su parte, había enredado sus dedos en el cabello castaño de Louis, y sus piernas se abrazaban a él como si su vida dependiera de ello. Ajenos a mí, siguieron acariciándose y besándose. Dado un momento, Louis la cogió y ella, colgada a él por las piernas y los brazos, siguió besándolo, y por lo visto, olvidándome OLÍMPICAMENTE. Louis avanzó hacia el sillón situado frente a mí, uno de cuero rojo. Se sentó, dejando a Lyla sobre sus rodillas, dándome, inconscientemente, la espalda. Siguieron en su mundo, y yo en el mío, o lo que quedaba de él, después de que se rompiera en pedazos; pero cuando la mano de Louis empezó a abrir el sueter de Lyla reaccioné y grité:
-¿¡Pero qué estás haciendo!?
Lyla tardó en reaccionar. Había dejado de besar a Louis, pero tampoco se había girado hacia mí. Louis ni siquiera me miró, solo parecía interesado en las vetas del suelo de madera.
-¡Eh! ¿¡No me habéis oído!? ¡Lyla, mírame!
En ese momento sentía varias cosas a la vez: para empezar, un inmenso dolor que me apretaba el pecho, agudo como una aguja, grave como un moretón. Después, una rabia y un enfado incontrolables que se adueñaron de mi voz y me hicieron gritar. Todo lo ocurrido a continuación fue propulsado por esa rabia.
Lyla se giró lentamente hacia atrás, y me miró con ojos culpables.
-¿¡Puedes explicar esto!? - le pregunté enfadado.
-No. No puedo, Samuel. Lo siento - Me lo dijo impasible, sin reflejar emoción alguna en sus gestos ni en su mirada castaña.
Se levantó suavemente del regazo de Louis, y se puso delante mío, mirándome francamente a los ojos, como si lo que hubiera hecho no fuera más grave que comerse una tableta de chocolate sin compartirla.
Louis se alejó discretamente, aunque no lo noté.
La miré.
Me miró.
Le hice un gesto como para que se explique. Y empezó a hablar.
-Samuel, no tengo excusa para esto. Simplemente, que estoy enamorada de Louis. Eso.
-¿Y conmigo qué pasa? ¿Ya no importo?
-Samuel, la verdad es que... Hace ya tiempo que no importas- Me soltó esa frase como quien no quiere la cosa, como un profesor al dar las notas de un aburrido trabajo de Historia.
Sin más palabras, me di la vuelta y me fui. Nunca más volví a saber de ella.

jueves, 31 de enero de 2013

Poesía #5

Por todas partes te busco,
sin encontrarte jamás;
Y en todas partes te encuentro
solo por irte a buscar.
                                                                       Antonio  Machado

lunes, 28 de enero de 2013

Euforia

Prueba de sonido. Preparación. Nervios. Vestimenta, maquillaje, calentamiento. Todo correcto. Últimos segundos antes de salir. Mariposas en el estómago; no, más bien lechuzas. Lechuzas que ululan en la oscuridad de mis intestinos, lechuzas que se ponen a volar libremente y rozan con sus alas mi aparato digestivo, provocándome unas inmensas ganas de vomitar. Escucho, desde hace un rato, el alto volumen de los gritos de las fans metros más allá, pero en esos instantes antes de saltar al escenario mis oídos dejan de funcionar, mi vista se nubla, siento unas hormigas en las puntas de mis dedos, que sostienen la Fender, mi querida guitarra eléctrica, antes con fuerza y firmeza; ahora flojamente. De no ser por la correa negra llena de siniestras calaveras que engancha la guitarra a mi hombro, hace rato que habría perdido mi amada guitarra. Y entonces el director del concierto me da la señal, y junto con mis compañeros, mis grupistas, mis amigos, mis músicos, salto al escenario.

Mis dedos se deslizan por las cuerdas de mi Fender como si de seda se tratase, la música resuena en el campo de fútbol repleto de gente gritando, saltando, moviéndose al ritmo de mi canción. Me acerco al micrófono en el momento indicado y grito la letra, dejándome llevar. Euforia. Pasión. Emoción. Libertad. Todo eso siento. Adiós putas lechuzas voladoras en mi estómago, adiós putos nervios. Ya soy feliz, aporreando mi guitarra eléctrica, el heavy metal retumbando por encima de mi cabeza, el público cantando conmigo mi canción. Happifidad.