lunes, 19 de septiembre de 2011

Mirando las Estrellas

Desde pequeño (o desde que era un poco más pequeño de lo que soy ahora, tampoco es que sea muy grande), me ha gustado mirar las estrellas. Tengo suerte porque mis padres son unos hippies que van día por medio a la montaña, y a veces consigo que nos quedemos hasta la noche. Soy un chico solitario, ya que no me interesa conocer gente, ¿para qué? Lo único que me interesa es mirar las estrellas, me parecen hermosas, más que cualquier videojuego o chica o amigo que haya aquí. Me gustaría volar, volar y alejarme de este mundo con demasiadas farolas que no me deja mirar las estrellas. En ese sentido, soy como mis padres, no me gusta mucho la tecnología ni las cosas raras y nuevas de la Tierra, pero ellos son mucho más sociales que yo. Tienen un montón de amigos, y en cambio, yo siempre estoy solo. Se preguntan a quién he salido, porque nadie en mi familia es como yo. Yo pienso que no tengo que ser parecido a nadie, porque yo soy yo, y no tengo que parecerme a nadie, solo a mí.
El caso es que soy un solitario, y ahora que voy a empezar la secundaria, mi madre me ha pedido que me abra un poco, y que baje de las estrellas, porque, aunque yo no lo crea, aquí abajo también hay cosas bonitas. Yo le he dicho que lo intentaré, pero solo para que deje de darme la lata. Este curso tenía pensado actuar como siempre, pero mi madre, el día anterior a que empiecen las clases, me obligó a ir con ella al mercado (como ecologista y hippie que es, no va al súper mercado, sino al mercadillo, y compra solo lo que no pueda cultivar o criar). Allí me hizo mirar alrededor, y vi unos chicos, al otro lado de la verja que separa el mercadillo de la calle, jugando al balón. Se veía que se la pasaban genial, juntos, y por la otra acera pasaron unas chicas muy guapas, que están en mi clase, pero que yo nunca me había fijado. Bueno, sí en Laura, pero muy poco, ya que las chicas no me interesan. Los niños estos les silbaron a las chicas, y ellas los miraron y se fueron corriendo con unas risitas. Entonces me di cuenta de que sí, de que me gustaría jugar con los chicos, y silbarles a las chicas, y sacar a Laura a bailar en el baile de fin de curso…
Decidí que ese curso iba a ser diferente, que me integraría. Fue más difícil de lo que había pensado al principio, porque esos grupos de chicos están formados desde pequeños, y no querían dejarme entrar. Había días que llegaba a casa con una sonrisa radiante, porque había metido un gol en el recreo, y otros que no quería ver a nadie, ni siquiera tenía ganas de mirar las estrellas, porque me había ido mal. Sin embargo, a final de curso, era mucho más amigo de esos chicos de lo que había sido en toda mi vida. Y ese verano, terminé entrando en el grupo, por jugar tanto con ellos. Y otra vez se repetía la misma escena, los chicos jugaban al fútbol la última tarde de vacaciones y por la otra acera pasaban las chicas. Los chicos les silbaban y ellas se iban corriendo mientras reían. Pero este año había una diferencia, que yo estaba con ellos. Y fui uno de los que silbaba más fuerte, porque quería mostrarle a Laura que estaba con los chicos guays, quería impresionarla. Y para mi sorpresa, y de todos, yo era mucho más agradable, y social desde que estaba con los chicos. Sí, me seguían gustando mucho las estrellas, pero ya eran algo secundario, porque había comprendido que para amar algo que está en el cielo, primero tengo que amar lo que tengo en la Tierra, porque sino me lo perderé.
Pasaron los años, y nos fuimos haciendo mayores. Y cuando me puse a pensar, ya estaba en 4º de secundaria, y se acercaba el baile de fin de curso. Yo no me atrevía a pedirle a Laura que fuera conmigo, y tardé tanto, que la perdí, y se fue con otro chico. En mitad del baile, vi que se besaban, y me sentí fatal. Me senté en una mesa y me puse a beber, sin parar. En un momento, vi brillar un vestido plateado, y recordé a Laura, que llevaba un vestido de ese color, y bebí con más ganas. Uno de mis amigos, que conocía mi secreto, me llevó fuera, y para animarme, fuimos a una parte lejos de las lamparillas de la fiesta. Me hizo mirar las estrellas, y me dejó solo un rato, para que me recobrara.  Una chica, de otro curso, se me acercó, y me dijo que si podía mirar las estrellas conmigo. Yo le respondí, sin muchas ganas, que no podía impedírselo. Me preguntó que si estaba bien, y por todo lo que había bebido, o porque necesitaba contarle a alguien qué me pasaba, le conté toda mi vida. Me escuchó, callada, sin interrumpir, sabiendo que me estaba mostrando entero, y en un momento, cuando me incorporé para pedirle su opinión, me abrazó, y me sentí reconfortado.  Luego la miré a los ojos, para agradecerle, y me sentí hechizado por su mirada, por esos ojos que se parecían tanto a las estrellas que yo tanto adoraba. Y ella incómoda, desvió la mirada, pero yo no pude contenerme y la besé. Pensé que se apartaría, que me pegaría una bofetada, que no me conocía y que yo no merecía sus besos, pero para mi sorpresa me lo devolvió, y desde entonces, hemos estado juntos. Me ha bajado a la Tierra, y a veces, cuando vamos al monte a mirar las estrellas, prefiero mirarla a ella. La quiero, la quiero mucho, y no voy a separarme de ella NUNCA. 

Boda

¡No me lo creo! Realmente nos vamos a casar, a estar unidos por siempre jamás. Sonará a cuento de hadas, pero es lo que siempre he querido.
Después de 3 años juntos, pues una empieza a ansiar una boda. Y cuando menos me lo esperaba, me lo pediste. Recordaré siempre ese atardecer, en esa islita pequeña pero hermosa donde habíamos ido de vacaciones. Era la última noche, y yo estaba algo triste, guardando las cosas en la maleta. Me dijiste que hiciéramos un pick nick en la playa, y te me declaraste. Me tomaste las manos, y mirándome a los ojos, con esos ojos tuyos tan castaños, me dijiste que me amabas, que me querías demasiado, y que querías estar unido a mí para siempre, y que querías casarte conmigo. Me dejaste muda de la emoción, y dije que sí, y que sí quería, y que yo te amaba más de lo que tú me amabas a mí.  Unos 7 meses más tarde, nos casamos, un día soleado, en una iglesia pequeña de un pueblo pequeño. Fue una ceremonia sencilla, justo lo que queríamos, con los familiares y los amigos más íntimos. Después de ese día hemos tenido nuestras riñas, nuestros problemas, nuestras peleas, pero nuestro amor intenso impedía que cualquiera de esas peleas fuera grave, y nos reconciliábamos enseguida, porque no aguantábamos estar separados. Al menos, eso pensaba yo.

Party Time

¡Sí! ¡Terminamos! Acaban las clases, empieza el verano, y con él, el party time, o lo que es lo mismo, ¡Hora de Fiesta!
Voy escuchando “When the sun goes Down” de Selena Gomez en mi iPod de camino a casa, y voy eligiendo algunas prendas y desechando otras para ponerme esta noche. He quedado con las chicas para ir de compras esta tarde y luego irnos a la fiesta en casa da Cathy. Esa sí que es una chica con suerte, sus padres se han ido y le han dejado hacer una fiesta. Los míos no me dejarían ni aunque se acabara el mundo mañana…
Además, Cathy tiene una casa… Enorme!!!! Puede hacer una fiesta genial, y solo en una habitación, con lo grande que es. Pero para festejar que empieza el verano, la va a hacer en el jardín, con barbacoa, DJ, música, amigos…
Llego a casa. Mi padre está terminando de preparar el almuerzo, y le cuento cómo me ha ido hoy. Comemos, y me llama Lily, una de las chicas. Hemos quedado a las 3 en su casa, que no queda muy lejos de la mía, para que su madre nos lleve de compras, y luego allí nos encontramos con las demás, y vamos todas juntas en el coche de Eli, ya que ya tiene carnet y coche…
La tarde pasa rápido entre amigas, y cuando nos queremos dar cuenta, ya estamos en casa de Cathy. Entramos, ansiosas y riendo, ya que Eli, viene contándonos un chiste malísimo.
Bailo toda la noche, feliz, aunque me duelan los pies por llevar tacones tan altos, canto mis canciones favoritas hasta quedarme ronca, río y me divierto. Me lo he pasado genial, pero me siento completa cuando le veo a él. Me siento a descansar un poco y se me acerca. Lo conozco de vista, es un primo lejano de Cathy, pero me encanta. No me corto y me levanto para pedirle un baile. Acepta, sin problemas, y bailamos más rato. En cuanto el DJ, uno de mis mejores amigos, nos ve juntos, pone una canción lenta, y pide un poco de relax para las parejitas, y cuando lo miro, me guiña un ojo. Esa canción hace que nos acerquemos, y de repente, siento sus labios rozando los míos, suavemente, dulcemente. Seguimos bailando, juntos, y antes de que termine la última canción, nos tiramos a la piscina con unos amigos.
Me río en la piscina, disfrutando del momento, y le miro. ¿Quién sabe? A lo mejor es ese chico especial… ¡Tendré que descubrirlo!