viernes, 11 de mayo de 2012

El siguiente novio de mi novia

La besé y un río desbordado se soltó en mi interior, un terremoto se expandió, explotó un volcán. La besé, y rocé sus labios con los míos, los míos con los suyos. La besé, y mientras, rodeé su cintura fina y esbelta con mis brazos. La besé, y el mundo dejó de existir para los dos. ¿Por qué? Porque esa era la función de nuestra vida, nuestra misión, nuestro destino. DEBÍAMOS estar juntos, y así era. Así fue hasta... Bueno, hasta que llegó él. Él, él, él. Arruinó todo. Fastidió cada dichosa oportunidad. ¿De quién hablo? De Louis, el siguiente novio de mi novia.
Hablemos desde el principio: Lyla y yo siempre hemos sido amigos. A propósito, soy Samuel. El caso es que, como ya decía, Lyla y yo nos conocemos de toda la vida. Mis primeros recuerdos son de juegos con ella en el terreno de nuestros padres. Los suyos y los míos también son amigos de toda la vida, y teníamos un terreno enorme donde pusimos dos casitas, unos tomates y una valla, y allí íbamos en las vacaciones. Lyla y yo siempre fuimos amigos, aunque yo siempre me sentí atraído por ella. No me di cuenta de mi amor hasta la adolescencia, y fue en aquella época cuando estuvimos más distantes el uno del otro, ya que se tuvo que mudar a otra ciudad por problemas económicos. Aún así, manteníamos el contacto por la Navidades y alguna que otra vez que ella venía a mi casa o yo iba a la suya, pero no fue igual. Sobre los 16 años, empezamos a plantearnos el ir juntos a la misma universidad, ya que quedaba entre su ciudad y la mía, y también compartir un apartamento. A los 17 y poco, acabamos Bachiller y decidimos hacerlo, ya que nos convenía y a ambos nos gustaba la idea. Ella estudiaba Bellas Artes, y yo Arquitectura. Le gustaba sobretodo la escultura. Nuestro apartamento estaba lleno de pequeñas y grandes figuras, y cada vez que íbamos a la playa... Oh, era maravilloso. Se ponía a hacer figuras en la arena, y muchos niños se acercaban por curiosidad. Entonces, alguno preguntaba algo y ella respondía, y así iba aclarando dudas y preguntas, y de paso, enseñaba escultura a los más jóvenes (y también a algunos no tan jóvenes). En fin, en una noche, no aguanté más, y le conté cómo me sentía cada vez que la miraba, o que la oía cantar en la ducha, o hacer esculturas en la arena, o cocinar cosas raras... Y para mi sorpresa, ella me contestó que le encantaba verme recién salido de la ducha, con el pelo mojado y revuelto, o dormido en el pequeño sofá frente a la tele, o haciendo una maqueta con plena dedicación. Recuerdo sus palabras, el brillo de sus ojos, la forma de su sonrisa, TODO de ella aquella noche. Y bueno... Pues nos empezamos a acercar, y cuando quise darme cuenta estábamos en su cama, ella dormida con su cabello de color cobre estirado en finas líneas por la almohada, y yo contemplándola. Así empezó nuestra relación. Desde ese día, me trasladé a su habitación, cuya cama era más grande, y mi antigua habitación pasó a ser la sala de esculturas y maquetas, aunque también cumplía la función de cuarto de cachivaches, ya que se amontonaban allí carpetas, libros, mi bici, cajas con la ropa de invierno en verano, o la ropa de verano en invierno, maletas, etc...
Todo iba perfecto hasta... Louis...