miércoles, 19 de octubre de 2011

Ö

Te sostengo la mirada. Por primera vez. Mi corazón late a mil por hora. Pum pum, pum pum. Me escuecen los ojos, las lágrimas están a punto de brotar; pero estoy resistiendo. Tu pareces impasible, tu cara, esa con la que he soñado tantas veces, no muestra expresión alguna. Tu pose de pasota, los labios en una línea. Todo parece perfecto para que escondas lo que de verdad está pasando dentro de ti.
No se lo que sientes por mí, pero este es el momento de decírtelo, no puedo esperar más. Mi alma se corroe. No me importa que haya gente en la calle, a nuestro alrededor, que mis amigas me estén esperando a un par de metros de nosotros.
Tomo aire, lentamente. Lo suelto, y digo las palabras que llevo meses queriendo decirte. "Me gustas, te quiero". Pum pum, pum pum. Mi corazón parece que va a salirseme del pecho. Nada. No reaccionas. Me acerco, y llena de valor me pongo de puntillas y acerco mis labios a los tuyos. Dudo un momento antes de rozar mi boca con la tuya. Ya no me importa lo que me digas, te he podido besar por una sola vez.
El beso sabe a mis lágrimas, que resbalan por mis mejillas. Te miro por última vez, no quiero esperar a que me respondas, y salgo corriendo calle abajo... tengo miedo de lo que puedas decirme... Pero lo hecho hecho está...
Quizás me busques, quizás te olvides de mis palabras, quizás no has sentido lo mismo cuando te he besado, pero, no me arrepiento. Ahora todo puede pasar... Te quiero.

maRiia

Clase...

Sentada en la clase te veo. Tu perfil se recorta con la luz. No te das cuenta de que mis ojos color miel están posados en ti, desde que te sentaste en a silla. No he parado de mirarte, no estoy escuchando nada de lo que dice el profesor. Tengo mis cinco sentidos posados en ti. En tu cara. En tu cuerpo. Tus ojos posados en las manos. Estás reclinado en la silla, jugando con el boli.
¿Te puedes hacer una idea de lo que mi corazón experimenta cada vez que te veo? Lo dudo. Estás rodeado de chicas monas y graciosas, que te aportan más que yo. Que te hacen reir y eso, mientras que yo solo soy una chica del montón, que solo busco encajar en la sociedad. Encontrar mi hueco en el mundo; mi camino a seguir.
Ojala por un momento te dieses cuenta de lo que siento, de que me diejeras un simple Hola, y después siguiesemos hablando de cosas sin sentido; que por un momento fingiesemos que nos importamos mutuamente. Un solo instante en el que susurrarte un breve te quiero.
Pero, quizás nuestros caminos no deban cruzarse.... Aun así yo sigo pensando en tí... en tu sonrisa... en las escasas palabras que hemos cruzado. En los minutos que hemos compartido.
No me doy cuenta de que tu también me estás mirando hasta que mi compañera de mesa me zarandea, entonces reacciono, y por un segundo mi mirada perdida se cruza con la tuya. Y quizás, creo atisbar en tus ojos un sentimiento que me gusta. Pero no lo se..
Si te das cuenta de lo que siento, puede que algún día consigamos mis sueños...

(Te quiero, pero no te das cuenta y me dices palabras hirientes... eres tonto o que te pasa??? )


maRiia

Encuentro

Brazada, brazada, brazada, respiro. Brazada, brazada, brazada, respiro. Así, muchas veces. Nina nada para descargarse, para conjugar su dolor, su rabia, su mal humor... Pero sobre todo, porque cuando sale de la helada piscina, tiene la mente más clara.
Hoy, Nina ha nadado durante tres horas, sin pararse ni un segundo, sin dudar ni un momento, sin preguntarse si la piscina estaría demasiado fría. ¿Por qué? Porque él le ha dejado, y ella no lo soporta.
Vamos a empezar por el principio: Nina es una chica que vive en Nueva York, desde hace un par de años. Tiene un gran trabajo, escribe artículos para el New York Times. Vive sola, en un apartameno pequeño, pero agradable. Toda su familia vive en un recóndito pueblo de España, pero ella siempre había querido ir a vivir a Nueva York, y lo ha conseguido.
A él lo conoció un día que, como todos lo sábados, iba a patinar al Central Park, al atardecer. Nina había tenido unn día agotador, y solo iba porque había estado todo el día en la oficina y creía que necesitaba algo de aire. En un momento, se paró en un banco a beber agua, y descubrió que no le quedaba más. Agotadada, decidió volver a casa, darse un baño caliente, comer algo rápido e irse a dormir. Pero, cuando se estaba poniendo de pie, se resbaló y se cayó de espaldas. Nadie fue a ayudarla, y cuando se estaba levantando, unas manos firmes la enderezaron.

                                                          *              *                *
Ví cómo caía, y esperé un poco, a ver si se levantaba. Nadie fue en su ayuda, y maldecí para mis adentros a la gente egoísta de esta ciudad. Cuando ví que se empeaba a levantar, me acerqué a ella y la senté en el banco. Observé cómo se quitaba esos patines suyos y cómo se ponía las deportivas. Ocultaba su cara bajo una mata de pelo oscuro. No sabría decir si era negro o castaño oscuro, pero sí sé decirte que me atrajo, desde el primer momento. Levantó la cabeza, y ví esos ojos suyos, tan verdes, tan expresivos, que me miraban con vergüenza, con gratitud, y hasta con cierta súplica.
Le pregunté si estaba bien, y me dijo rápidamente que sí, que gracias, y un "hasta luego" con prisa. Me dije: "Hombre, no la vas a dejar que vaya caminando hasta casa, después del porrazo que se ha dado y lo mucho que te gusta", así que decidí acompañarla hasta casa, llevarla en coche si hacía falta.
Durante el camino no dijo nada, solo me indicó por dónde ir. Y cuando la vi acercarse al porche, sacar las llaves del pequeño bolso, y tratar de abrir la puerta, pensé que no podía dejar pasar esta oportunidad, asíque aparqué (por suerte vivía en un barrio nuevo, no muy poblado, y se podía apracar sin muchos problemas), y fui con ella. Para mi sorpresa, me dejó pasar y conversamos durante mucho rato. Perdí la noción del tiempo, y cuando me quería dar cuenta, eran las dos de la madrugada. Yo había quedado con unos amigos, para ir a una fiesta, ya que era sábado y siempre nos íbamos de juerga los sábados, pero pensé que prefería quedarme con ella. Había descubierto que se llamaba Karmina, pero que ese nombre no le gustaba y que prefería que le dijeran Nina. También me había contado de dónde venía, cómo era su familia, por qué había venido a Nueva York...  Quedé encantado con ella, y quedamos en volver a vernos. Volví a casa, me duché y me metí en la cama, pensando en ella. Tuve dulces sueños.

              
                                                          *              *                *

¡No puedo ser tan torpe! Me dije. Intenté levantarme, pero no pude. Sentí que alguien me incorporaba, y disimuladamente, le miré entre mis mechones de cabello oscuro. Era un chico, guapísimo, y me hice la tonta, agachánome y quitándome los patines y poniéndome los tenis.  Me enderecé y descubrí que seguía allí, y vi su mirada, castaña, y supe que no le podría olvidar. Se ofreció para llevarme a casa, y no pude menos que decirle que sí. Estaba tan nerviosa que no le hablé en todo el camino, solo le indiqué por dónde ir.
Estaba abriendo la puerta de entrada, y pensé: "Qué pena que no le vuelva a ver", y justo en ese momento, él se bajó del coche, y le invité a casa, y estuvimos hablando mucho, mucho, mucho...
Cuando se fue me sentí apenada, y deseé tener con él la suficiente confianza como para pedirle que pase la noche conmigo. Pero también me alegré de poder tener un poco de tiempo solo para mí.
Llené la bañera de agua bien caliente, y me metí en ella suspirando. La bañera es una de las cosas que más me gustan de mi pisito. Cuando estoy cansada o estresada, suelo llenarla con agua caliente y espuma con olor a lavanda... Me relaja mucho, casi tanto como ir a nadar.
En fin, que me di un baño y me fui a dormir.
Di vueltas y vueltas y más vueltas, pensendo en él, y finalmente me dormí con una fantasía de que me pidiera salir...