viernes, 2 de diciembre de 2011

Cortar por lo sano... Aunque duela

Nina y Tom se habían peleado. Nina se había quedado con dudas, y algo enfadada por el recelo de Tom, y creía que la estaba traicionando. Él, en cambio, se sentía culpable por no decirle a Nina toda la verdad, y orgulloso por no haber desvelado el secreto. Por descontado, ambos estaban tristes y algo avergonzados por su comportamiento. A ver si se reconcilian...


                                                                        *          *         *

Qué mal me siento. Quiero decírselo, pero es que no puedo... Me siento como en un callejón sin salida. No sé qué hacer. Miro el despertador. No he dormido. Son la siete menos cuarto de la mañana, y, aunque puedo seguir en la cama, intentando dormir, decido  levantarme. Me pongo un chándal, una camisa, las deportivas y cojo una chaqueta. Tengo el estómago revuelto, no desayuno. Subo al coche, y conduzco. Salgo de la ciudad, y me voy a una montaña cercana. No sé que voy a hacer. Aparco el coche, me pongo la chaqueta, cojo el móvil, y empiezo a subir la montaña. Me canso, me empieza a faltar el aliento, pero el aire puro y frío, ese con olor a humedad entre los árboles, me va despejando la mente. Cuando llego a la cima de la montaña, me paro, y voy hasta el borde, a observar la ciudad. Es casi mediodía. Me quedo allí arriba un rato, dejando que el aire fresco me refresque por dentro. Pienso en Nina, en todo lo que ha pasado, en esos momentos que hemos compartido juntos, y se me ocurre una opción. No es la mejor, porque significa aplazar el secreto, pero así a lo mejor consigo volver con ella. Sí, eso haré. Vuelvo a bajar la montaña,  subo al coche, y voy rápidamente a casa. Me ducho, me como un sándwich rápido, y voy a comprar alguna flor bonita. En la floristería, elijo una rosa morada. Me llama la atención, nunca había visto ninguna así. Me recuerda a Nina, porque es delicada y hermosa. La compro y voy a su edificio. Le pregunto al portero si está en casa, pero me dice que la vio salir hace un buen rato. Le agradezco y empiezo a ir a los sitios donde creo que puede estar. Pienso en la piscina, pero desecho la idea: es domingo, está cerrada. Busco en varios sitios, pero no la encuentro. Termino llamando a Claire, su amiga. Cuando por fin me atiende, me sorprende diciendo:
-¿Qué quieres?                    
-¿Claire? Qué brusca estás hoy.
-Me he enterado de lo que has hecho, y no me gusta nada de nada.
-Lo sé, lo siento, por eso te llamo, para saber si sabes dónde está Nina.
-No, no lo sé, lo siento.
Y cuelga el teléfono. Así me ocurre con varias amigas más: o me responden mal, o cuelgan el teléfono al escuchar mi voz. Algunas ni se molestan en coger el teléfono.
Pero una sí me atiende.
-¿Marie? Por favor, no cuelgues el teléfono. Es importante.
-¿Tom? ¿Qué ocurre?
-NECESITO saber dónde está Nina, es muy importante. ¿La has visto, o se te ocurre dónde puede estar? Porque yo...
-Sé donde está- me interrumpe- .Está conmigo. Estamos en la cafetería Lighty. Yo me voy a ir en 10 min, y si quieres hablar con ella, date prisa.
-Espera, espera. ¿Sabes lo que ha pasado?
Parece dudar- Esto... Si.
-¿Y no estás enfadada conmigo, ni quieres matarme, ni nada? ¿Encima me ayudas? ¿Qué ocurre?
-Lo que pasa, Tom, es que yo sí sé lo que pasa. 
-Oh, no... No se lo digas a Nina, por favor. Quiero decírselo yo, porque es alg...
-Lo sé- me vuelve a interrumpir-. Cállate y arréglalo. No he dicho nada. Suerte. Adiós.
Y cuelga el teléfono. Me doy prisa en llegar. Cuando estoy en la puerta del Lighty, la veo salir. Bajo del coche, y me acerco a ella, con la rosa en la mano. No sé qué puede llegar a pasar. 

                                                                        *          *         *

He tenido una noche horrible. Casi no he dormido. El poco rato que logré conciliar el sueño, tuve horribles pesadillas. Me he levantado tarde. Temía mirar el espejo, imaginaba que tenía unas tremendas ojeras. No me equivocaba, pero no tenía fuerzas ni ánimos para taparlas. Me tomé un zumo de naranja a duras penas, y no me comí ni una galletita. Me di una ducha, a ver si me aclaraba, pero tampoco. Quise llamar a alguna de las chicas, porque sentía que no podía quedarme callada, pero no lo hice. Al final quedé con Marie en el Lighty, para charlar y despejarme. Fui en bici, no tenía ganas de subir al autobús ni pagar un taxi. Tampoco tenía a nadie que me llevara. Cuando llegué, vi que Marie me estaba esperando. No hizo falta que le contara nada. Ella, no sé cómo, siempre sabe todo sobre mi relación con Tom, y le he contado muy poco. Supongo que él le habrá dicho mucho, ya que son amigos desde la infancia. Al principio, estuve celosa de Marie, porque estaba mucho tiempo con Tom, y ella es muy atractiva. Tiene una hermosa cabellera rizada, de un color cobre, y unos ojos azules preciosos, como el azul del mar. A pesar de todo eso, nunca ha tenido novios de más de una cita. No termino de entender por qué. Es guapísima, y una chica con la que se puede hablar de absolutamente todo: desde problemas de chicas hasta problemas del país. Sigo sin entenderlo. El caso es que charlamos un rato, y en un momento le suena el móvil. Me dice que es importante, así que sale fuera y me quedo sola. Cuando entra, me dice que tiene que irse. Le pido unos minutos más. Hablamos un poco y se fue. Pago mi batido y salgo. Estoy buscando el móvil en mi bolso, cuando veo un coche familiar acercándose. Por una parte, espero que sea él, que se disculpe, me cuente ese secreto tan chungo y todo sea como antes. Por otra, no quiero que sea él, porque sé que mi otra fantasía es, probablemente, falsa, y sé que descubrirlo me va a doler. Pero cuando lo veo bajar, no me puedo engañar más. Viene hacia mí, y no puedo aguantarme más. Levanto la vista hacia esos ojos de un color castaño extraño, a veces más claro, a veces más oscuro, e intento poner una mirada acusadora. No me cuesta mucho, es verdad que me siento mal. Me entrega una extraña rosa morada, y dice:
-Lo siento. Nina. Me he equivocado, y me gustaría volver contigo. Perdóname.
-¿Qué te hace pensar que te voy a perdonar? Sé que ese secreto va a seguir ahí, y que no me lo vas a contar. ¿Me equivoco?
-No -parece que le cuesta decirlo, y sé que le estoy haciendo daño, pero no puedo reprimir más las palabras hirientes.
-Bueno, pues, como no me lo vas  contar, y al no hacerlo, contradices todo lo que te pido que hagas: confiar en mí, sincerarte, pues creo que esto no va más. Lo siento, no soy más tu novia.
Le tiro la rosa a los pies, me subo a mi bici y me voy a casa. Sé que le ha dolido, tal vez tanto como a mí me ha dolido decir esas palabras, pero es lo que siento, y no me puedo reprimir. Si sé que esto va a ir mal, corto por lo sano y le dejo, no pienso quedarme con alguien que me hace daño. Me siento mal, cuando llego a casa me zumban los oídos y me duele la cabeza. Lleno la bañera con agua caliente, cierro todas las cortinas  y me meto en la bañera. No quiero pensar más, quiero que con el baño se me vayan los dolores y los reproches que se están formando en mi mente. Me siento mal, pero ya está hecho así que ¿cómo lo arreglo?