viernes, 13 de julio de 2012

Dame eso que nunca me atreví a pedirte

Quiero que me des aquello que nunca he tenido, que nunca me han dado o que yo he dado. Quiero que me lo des sinceramente, con amor, con dulzura, con pasión. Quiero que me lo des porque quieres, no porque te sientes forzado a hacerlo, no porque creas que viene a cuento, que encaja en ese momento. Quiero que me lo des cuando sientas que puedes, cuando creas que lo harás sin pararte a mitad de camino, arrepentido. Quiero que me lo des en un lugar que TÚ consideres adecuado, en un momento que TÚ consideres que está bien, en un ambiente que TE guste. Quiero que no te preocupes por mi, estoy siempre lista para ti. Porque, ¿sabes qué quiero? Quiero que me des eso que nunca me atreví a darte, y que no solo sea uno, que sean miles. Que cada día me des uno, que cada vez que nos veamos me regales uno como saludo. ¿Qué quiero? Un beso.

jueves, 5 de julio de 2012

Ella y su vestido turquesa

Estaba despampanante con un vestido turquesa, unas sencillas sandalias plateadas y un bolsito a juego. El peinado era muy simple: el pelo suelto, al aire. La leve brisa procedente de la playa lo alborotaba un poco y le daba un toque mágico a la escena. No llevaba maquillaje, únicamente un poco de brillo de labios. Y nada más.
Yo me acerqué medio escondido entre una multitud de gente que bajaba por la misma peatonal que yo hacia ella. Esperaba que no me viera, y así sorprenderla hablándole al oído desde un lugar que no se imaginaba, pero mi plan se fue al traste cuando la multitud que había delante mío y que me ocultaba se dispersó. Así, quedé descubierto, y ella me miró con un brillo de emoción en sus ojos castaños. Se levantó elegantemente del banco en el que estaba sentada, y el vestido turquesa ondeó a su alrededor. Se acercó a mi a la vez que yo avanzaba hacia ella, y nos encontramos con miradas tímidas cargadas de amor.
-Estás preciosa - le dije. Ella se sonrojó y desvió la mirada. Se acercó otro paso a mi, y me arregló el cuello de la camisa, que siempre me queda mal.
-Ahora, - dijo después de arreglarlo - tú también - terminó la frase con una sonrisa.
-¿Quieres tomar un helado? - le pregunté, señalando una heladería.
-Uhm... Vale - aceptó.
Nos acercamos y pidió uno de chocolate y frambuesa. Estaba sacando la cartera de su bolsito, cuando le frené la mano y le dije que la invitaba. Al principio se negó, pero la convencí. Yo pedí uno de vainilla y limón. Caminamos por el paseo marítimo del Médano, donde estamos, mientras disfrutamos los helados. Entre cucharada y cucharada de helado, comentamos un poco todo: la calle, el mar, viajes, los barcos, la playa, la gente, los compañeros de clase, los amigos, en fin, de todo. Ésa fue una tarde especial.

martes, 3 de julio de 2012

¡Te odio!... Pero te quiero

Odio que no me respondas al segundo cada uno de mis mensajes, ya sean por Whats App, por Facebook, por Twiter o por Hotmail. Odio que me robes patatas fritas cada vez que vamos a McDonals. Odio que me llames a las 12 de la noche para contarme que ves la luna amarilla. Odio que me cojas en brazos y me lleves así por toda la casa, corriendo y gritando. Odio que me des abrazos de osos cuando hacen 40º de calor. Odio que me tires a la piscina cuando no quiero meterme. Odio que me ahogues y me pelees dentro del agua. Odio que gastes toda el agua caliente y que luego, cuando salgo congelada de la ducha, me calientes con abrazos. Odio que me beses detrás de la oreja, porque me hace mucha cosquilla.
Odio todo eso, pero a la vez me encanta, porque son los gestos, los movimientos, las cosas que te hacen ser como eres, y, ¿sabes qué? Te amo así, con todos tus defectos y todas tus virtudes, porque te odio... Pero te quiero.