martes, 2 de abril de 2013

Ameera


10 de agosto
Querido diario:
Acabamos de llegar a esa “nueva casa” de la que tanto hablaba padre. Fue todo muy precipitado: al empezar la temporada calurosa allá en Marruecos, nuestra “antigua casa”, padre nos contó a madre, mis seis hermanos y hermanas y a mí,  que nos iríamos a un nuevo lugar a mitades del próximo mes. Al principio me asusté, pero terminé emocionándome. ¡Por fin nos alejaríamos de esta casa ruinosa, calurosa, maloliente y fea, situada en una callejuela de un mal barrio de Agadir, al suroeste de Marruecos!
El caso es que hace dos días recogimos las pocas cosas que teníamos, nos subimos a un barquito que se movía mucho con un hombre siniestro, y pusimos rumbo a ese “lugar nuevo”, al oeste. Partimos por la noche, y mis hermanos y yo estábamos tan cansados que nos dormimos durante un rato largo. Por supuesto, como manda Alá, mis cuatro hermanos pudieron aprovechar los sacos-equipaje para dormir más cómodos, y nosotras, mis otras dos hermanas y yo, tuvimos que conformarnos con el suelo duro y húmedo de la barca. Esto nunca, en toda mi vida, me había parecido raro, pero ahora que llego a este lugar nuevo ¡me sorprendo de que no sea así! En fin, el caso es que, horas más tarde, pasamos cerca de varias islas, y seguimos navegando, con hambre las mujeres porque los hombres habían comido todo lo que habíamos traído; y con calor por los gruesos burkas que portábamos. Finalmente, llegamos a un enorme y hermoso puerto, lleno de actividad y de gente, y nuestro barquero se fue rápidamente después de que padre le diera una gran bolsa de dinero, dejándonos en ese lugar tan maravilloso. ¡Yo estaba tan feliz! Mis hermanos, hermanas y yo  nos quedamos sentados en el muelle, mirando todos los barcos, y peces, y personas, y pájaros y cosas que habían en aquel lugar tan grande. ¡Estábamos fascinados! Yo no prestaba mucha atención a mis padres, pero mi hermana mayor sí, y luego me contó que habían hablado con  un hombre alto y serio que llevaba puesto un uniforme verde, y que éste, después de un rato con cara de enfado y un poco de dinero de padre, les había indicado una dirección. Después fue todo muy rápido, no lo recuerdo bien porque estaba concentrada en conocer y ver todo lo que podía. Padre compró unos trocitos de papel muy raros de color azul que dio en un bus verde muy grande, y desde ahí viajamos durante mucho rato hasta llegar a un pueblito de casas  blancas, parecido a nuestra “antigua casa”. Padre habló con otra persona más, muy pálida, que le dio una llave. De noche otra vez, entramos a un apartamento PRECIOSO, con una ventana muy grande, y habitaciones separadas para mis hermanas, mis hermanos y mis padres. ¡Es genial! Hay una mesa muy grande, en la que nos podemos sentar todos, una cocina, un salón con ventanas gigantescas y un balcón con vistas al mar, un baño muy grande… ¡Me encanta! Ahora me voy a dormir en la nueva habitación, la cual comparto con mis dos hermanas. No tiene ventana, pero por lo menos hay una cama para cada una, que es un avance. ¡Estoy muy feliz!
Ameera.
14 de septiembre
Querido diario:
Llevamos más de un mes aquí, en este lugar que he aprendido que se llama Tenerife (¡Qué nombre más raro!). Seguimos viviendo en esta casa tan bonita, en un pueblo que creo que se llama Guila de Isorah, o algo así. Hoy fue mi primer día de instituto. ¡Es un edificio enorme! Estaba muy asustada al principio, con mi burka favorito, el rosa, en la cabeza, y la mochila a juego, usada, por supuesto, en mi espalda. No me separé de mi hermana en ningún momento, y cuando la mandaron a otra clase me asusté: ¡iba a estar sola, sin ella! Entré, y un adulto, supongo que un profesor, me puso delante de todas esas personas que serían mis compañeros y dijo mi nombre, y me indicó un asiento libre junto a una chica de pelo castaño. Pasé todo el día allí, y resultó que la morena era muy buena y simpática. Me enseñó muchas cosas con dibujos y colores. ¡Tengo como cinco hojas en la mochila llenas de garabatos y pintarrajeadas de ella! Es muy buena, me he enterado que se llama María, o algo así.
A cada hora sonaba un timbre muy fuerte, y en un momento salimos todos juntos a unas canchas, donde había hombres jugando al baloncesto, y gente comiendo sándwiches y bocadillos. Después de un rato volvimos a clase, y a mediodía sonó el timbre y volvimos a casa. Recogimos a los hermanos y hermanas más pequeños por el colegio, que estaba al lado, y volvimos a casa. Por el camino fui hablando con mi hermana mayor, y me contó que en su clase nadie había querido sentarse con ella, y que apenas había aprendido nada.
Al volver a casa tuvimos que ayudar a madre a preparar la comida, mientras mis hermanos jugaban con los cuatro coches que tienen y padre estaba trabajando. El resto del día fue normalito, nada importante. Los rezos a Alá hacia el este, los golpes de padre a madre por la noche…
¡Veamos mañana qué aprendo en clase!
Ameera
25 de diciembre
Querido diario:
Hoy es Navidad, una fiesta muy celebrada aquí, en España, aunque un poco ignorada por mi familia. Pero, para adaptarnos a las costumbres como cenar en familia y dar regalos como hacen aquí, anoche comimos, por primera vez, todos juntos en la mesa, sin discriminación hacia madre y mis hermanas. ¡Fue muy raro, pero me gustó mucho el cambio! No pudimos hablar con ellos ni mirarlos a la cara, obviamente, pero estuvo mejor que comer rápido en mi habitación. También les dimos a los hombres, después de cenar, un regalo a cada uno, y uno muy grande a padre, que lo abrió sin decir nada y tampoco nos dijo nada después, ni siquiera un simple “gracias”, lo cual me pareció muy raro después de escuchar a María decir “gracias” y “por favor” todo el tiempo.
En clase me va muy bien, ya casi me he adaptado a este lugar, entiendo bastantes cosas y saco buenas notas en los exámenes especiales que me hacen. Mi amiga María es muy buena, y, aunque a veces prefiere ir con oros amigos, pasa mucho tiempo conmigo y sigue enseñándome cosas nuevas cada día.
Ahora hay vacaciones del colegio, y padre nos obliga a limpiar la casa cada dos días, ya que no hacemos nada… Según él, no se puede vivir sin trabajar, y nuestro trabajo es limpiar.
Durante este tiempo casi no ha cambiado nada: la rutina es la misma, sin ninguna variación. La única novedad fue que un día, padre no paraba de exigirle cosas a madre: que hiciera la comida, que lavara la ropa, que doblara las sábanas, que limpiara la cocina, que le hiciera un masaje en los pies porque estaba muy cansado… Llegó un momento en el que madre no aguantaba más y se sentó en el sofá, aprovechando que padre se estaba duchando. Sin embargo, era tal su agotamiento que se quedó dormida enseguida, y padre la descubrió así. Él se enfadó tanto que sus gritos se escuchaban desde la plaza, donde mis hermanos estaban jugando; y le pegó tan fuerte a madre que tuvo el ojo derecho morado durante dos semanas, y no puedo sonreír durante un mes por lo hinchada que tenía la mejilla. Esa noche no pude parar de llorar, en silencio, y de pensar en lo injusto que era padre. Ahora que lo recuerdo, se me llenan los ojos de lágrimas, y tengo que dejar de escribir.
Triste, Ameera
10 de enero
Querido diario:
Hoy han vuelto a empezar las clases. Todos volvieron con ropa, móviles, mochilas y cosas nuevas, y yo ahí, con mi burka verde de flores y mi mochila vieja. Me senté junto a María, y vi que estaba triste. Le pregunté, en mi español vacilante y con un par de dibujos, qué le pasaba. Al principio no quiso contarme, pero terminé entendiendo que era que los Reyes Magos no le habían dejado tantos regalos como ella quería, y que por eso estaba triste. Que estaba triste porque el año pasado le habían regalado diecinueve cosas y este solo diecisiete. Yo le sonreí he hice como que no entendía, pero no paraba de pensar: ¡Por favor! ¿¡Está triste por eso!? ¡Yo no he recibido ni un solo regalo estas Navidades, ni lo recibí en las anteriores ni lo recibiré en las siguientes! ¿¡Cómo puede estar triste por algo tan tonto!?
En fin, luego en casa, padre se había vuelto a pelear con madre, y le estaba pegando tan fuerte que le grité, entre lágrimas, que parara, mientras ninguno de mis seis hermanos hacía nada por impedirlo. Padre, por supuesto, se enfadó mucho conmigo, y me pegó a mí también. Ahora tengo el labio inferior partido, pero por lo menos evité que le pegara más fuerte a madre. Lo malo es que, de castigo, me obliga a dormir en el suelo, “para que aprenda a doblegarme”, según él.
¡Qué injusto es todo esto! ¡Qué horrible, qué malo, qué abusador es padre! Hasta ahora yo me lo tomaba como algo normal, lo de los golpes, las exigencias y los castigos, ¡pero desde que llegamos a España me parece más y más raro!
Estoy tan cansada de esto… Y lo peor que es que no le veo fin.
Ameera
14 de julio
Querido diario:
Se terminó la aventura. Acabamos el curso en España, con notas bastante buenas, padre cansado ya de Canarias, y volvimos a Agadir. Allí, padre me vendió a un jeque viejo, de unos cincuenta años, que me vio en un mercado y me compró. Llevo casada con él un mes, y aún no me he acostumbrado a dormir con él por las noches, ni a sentir sus manos, gordas y vulgares, dentro de mi ropa, ni a que me utilice a su antojo. Lo único positivo es que es muy rico, y no tengo que encargarme de limpiar, ni cocinar, ni nada de la casa, y que puedo enviarle dinero a mi familia.
Me he dado cuenta que echo de menos Tenerife. Ese pueblito tan bonito y lleno de gente amable, Guía de Isora. A mi amiga María, y los muchos demás compañeros de clase, esa clase en la que aprendí tantas cosas. Echo todo eso de menos, y sé que no puedo recuperarlo.
Mi familia sigue igual, con un poco más de dinero. Padre sigue abusando, golpeando y maltratando a madre, y, a falta mía, a mi hermana más pequeña, ya que la mayor se ha casado con un hombre muy bueno, que, por suerte, la trata como a una persona y no como a un trapo, y que la quiere y la cuida.
Mis hermanos siguen igual de mimados, malcriados y maltratadores como siempre. Y es que de tal palo, tal astilla.
Madre tiene cada día un moretón nuevo, y la verdad es que me duele cada vez más verla así, y me duele cada vez más saber que no puedo hacer nada por impedirlo.
Y yo… Pues yo ya estoy cansada de tanto abuso, tanto dolor, tanto mal. Por eso, me despido, mi querido diario, de ti y de la vida.
Por última vez,
                                                                Ameera.                           
Ameera fue encontrada en la bañera de la lujosa casa del jeque, con un afilado puñal clavado en el pecho, y su diario azul y un bolígrafo, en el suelo, junto a ella.

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